Amores viejos, amores antiguos, amores eran los de antes
Amor mío,
no te vayas,
ni corras
de mí.
Amores viejos, amores antiguos, amores eran los de antes
Hoy llueve torrencial y la lluvia siempre fue un clásico para escribir y para leer. Y como hoy quiero escribir sobre clásicos me parece perfecto empezar a relatar lo que, creo yo, es solo un texto. No es irreal, ni inventado, ni es un cuento. Capaz es un ensayo, aunque todavía no estoy segura de la definición de ensayo. Así que lo único que puedo decir es que soy yo escribiendo en una computadora lo que realmente me sale del corazón. Sin personajes ni ocurrencias que tienen otros nombres; un texto en fin.
Cuando leí un artículo aquel día que, vaya a saber uno por qué, no me sentía en concordancia con el amor del mundo, me quedé pensando en las distintas maneras que tienen de amar las personas. Como si el amor moviera al planeta, como si cambiase con el tiempo y no fuese la misma bola que flota entre dos, tres, miles de personas desde este instante hasta la eternidad. El artículo relataba en palabras lo que muchas veces pensé y nunca dije, pero, en síntesis, "habló" de amores de antes sin decir amores de antes.
"Amores eran los de antes."
Una vez una profesora de literatura dijo en una clase que no es que ahora la gente se quiere menos porque se separa más; sino porque en el mundo comenzó a existir esta cláusula con la que nacemos algunos jóvenes de que nadie tiene que obligarte a quedarte donde no querés estar. Ya no es necesario convivir con un ente que odias ni besar unos labios que no entendés cómo llegaste a querer. Ahora hay libertad, o eso dicen. Ahora muchos pueden elegir con quién estar, cómo estar, con cuántos estar, hasta cuándo estar. Pueden ponerte un título o decidir, simplemente y sin mucho arrepentimiento en el transcurso de la relación, que decirse novios no es una declaración de amor. Y como este texto es completamente subjetivo, voy a decir que me parece bien.
Siento que uno como ser humano que ama, siente y deja de querer, también sabe reconocer el desamor o el amor a pesar de cualquier fuerza, título, posteo, cultura o país. Siento que como todos seres que padecen el amor en cuerpo y alma sabemos que, aunque esa persona no quiera decirte novio o novia, igualmente te adora. Porque en instantes el amor no se duda ni se ablanda cuando ya subió hasta el último escalón de alguna montaña mágica hecha para los enamorados.
Amor mío
¿Qué quiero decir, amor mío? Que como nosotros amamos también sabemos reconocer cuando el otro nos ama, aunque no te ponga título, aunque entienda otras formas de amor. Y admito que yo tengo una manera de amar un poco vieja, pero sé que existe el amor en todas sus formas, cantidades y culturas. Y que es válido y es amor, y es amor joven. Nuevo para chocarte contra la pared como, en realidad, todos los tipos de amor.
Sin embargo, como lo nuevo empieza a existir lo viejo se deja de lado, se niega, se dice que está mal. Y eso sí que no me gusta. Porque como una forma de amor no niega a la otra, hay ciertas partes del amor viejo que todavía sigue siendo amor.
Amores eran los de antes
El pedido de no te vayas, quedate conmigo, no me dejes solo. Un pedido bastante concurrido en las cartas de amor de hace unos años atrás: pedir lo que sabés que está mal. Ese momento previo a entender que el otro se va y que, en un arrebato de desesperación, se desea lo que te duele en el corazón. Y aunque ahora la gente sigue pidiendo que el otro se quede, se oculta de formas radicales en cualquiera de sus formas y derivados. En canciones, en poemas, en historias. Se dice que tenés que tener la cabeza en alto y no desear lo que deseas. E, increíblemente, estoy de acuerdo. El amor no se pide ni se ruega ni se reclama. Pero tampoco se niega. Como no puedo negar el pecho ahogado después de leer una carta de amor de unos abuelos al borde de la separación pidiéndose a gritos que se queden uno con el otro.
Pero no puedo generalizar, ni hablar tan en particular de algunos. El texto fue una simple expresión de deseo de que, por momentos, vuelva el amor de antes para aceptar que, a veces, sentimos cosas que pensamos que están mal. Y está bien.
Así que, amor mío, no te vayas ni corras de mí. Que amores no hay ni de antes ni de ahora, pero si empezamos a amar nos vamos a quedar adentro de esa bola que flota entre dos, tres, miles de personas.
Y es así. El amor es hoy. Y no garantiza que será mañana o que pasado será otro nuevo.
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