clase tres: ruptura amorosa

 RUPTURA AMOROSA

Crónica poética: Crónicas de un amor en el bolsillo


De Floresta a Devoto, 

en tren, en bondi o caminando,

abajo de un árbol,

encimados en una plaza.


Pasé con mis amigos,

los agarré de las manos,

y me reí como tarada:

ahí nos dimos un beso.


Ahí llevé a mis otros amores

y me quedé callada.


Un capricho, un amor joven

rápido y eterno,

como si los meses se quedaran incrustados en el alma.


Es que me di cuenta de que estaba enamorada

cruzando Corrientes, 

esperando el semáforo,

llorando desconsolada.


¿Qué iba a hacer yo,

con los puentes a la mitad

y las canciones sin versos?


¿Qué iba a hacer yo,

dónde iba a guardar,

las cartas rotas y los silencios estancados

en besos?


¿Qué iba a ser yo,

con las esquinas

donde me apretabas la mano

para darme un abrazo?


Guardé, por unos días,

el amor en el bolsillo.

Y te odié,

por mostrarme que al final fuiste

lo que dijiste 

que ibas a ser.


No conocí silencios incómodos hasta ese día,

y vos no sabías que yo podía enojarme

hasta que me miraste a los ojos.

Bajabas la mirada, llorabas un poco. 

Me mostrabas fotos de chico 

recuerdos que nunca iba a poder tener

sin que se me parta, 

se me rompa, 

se me salga el corazón.


Basta te dije.


No puedo guardarme los qué hubiera pasado sí,

no puedo arriesgarme a vivir una vida sin amor,

sin Corrientes y sin trenes, 

sin besos y sin lágrimas. 


No puedo sacar el amor del bolsillo

si no sé, con profunda seguridad,

que lo vas a guardar en el tuyo.


Me sacaste la lágrima de la mejilla

con la punta del pulgar,

y entre besos y perdones,

me dijiste no puedo.


No puedo guardarme tu amor en el bolsillo

porque no sé si puedo cuidarlo mucho tiempo.


Es que,

¿cómo me ibas a mentir,

mirándome a los ojos,

llorando conmigo,

prometiéndome todo

y dándome nada?


¿Por qué me mentiste? te pregunté y negué un beso.

¿Por qué en las noches más tranquilas,

mirando a la persiana,

soplando al viento con la cara, 

me agarraste la mano siendo nada?


Es que, ¡qué injusto, amor,

que solo sepas el final vos!


Porque te quiero me dijiste.

Porque caminamos mucho tiempo

de Floresta a Devoto,

y de tu casa hasta la mía.

Porque ya era tarde

para despojarse de las caricias y las mentiras

cuando me agarraste de la mano.

Porque ya en el bolsillo

no tenías más amor 

ni lugar para guardar el mío.




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